Niña, eres como los bosques
azules de la
alborada
y traes en tus
cabellos
nidales de
colibríes
o codornices del
monte,
el agua de las
vertientes
o el fruto dulce
y bermejo
de la rosa
mosqueta.
Llegas casi
somnolienta
al dominio de la Escuela ,
allí donde está
el maestro
con su lámpara
de sol
para encender
los trigales
y el lenguaje
del camino.
Yo no conozco tu
hogar,
pero anda mi
pensamiento
recorriendo tu
cocina
que huele a humo
y cebolla
como los ranchos
humildes.
Tus padres y tus
hermanos,
todos ellos
macilentos,
tienen ojos de
lechuza
para orientarse
en la noche
silenciosa y
forestal.
Y tu hermanita,
Magaly,
tiene la tibia
ternura
de esas niñas
vergonzosas
de mejillas
sonrojadas,
que aman a su
perro flaco
y a su muñeca
raída.
Hija de la flora
y fauna
del territorio
costino,
mujercita del
secano:
de “Las
Comillas” o “Cáhuil”.
Niña, solamente
niña
de catorce años
o más:
cuando veo tu
cuaderno
de rural
caligrafía
sale a anidar a
mi mente
igual que tus
manos blancas
impregnadas de
resina,
el llanto
ancestral del bosque
o el grito pobre
del humo.
(Poemas a la Escuela)
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