PUEBLO DE VIUDAS




Entre pinares y lomas de trigo
y la laguna de cálamos bellos,
se yergue campestre, Pueblo de Viudas,
un viejo paraje de Pichilemu.


Por allí cruzaron las caravanas
de carretas, bueyes y salineros;
bajaron finados en angarillas
por las frías quebradas del invierno
y pasaron niños a pie descalzo
cuidando ovejas de vellones negros.


Venid a escuchar cómo las guitarras
pariendo están canciones de lamentos
y las cantoras no tienen siquiera
un poco de leche en sus blandos pechos.
Venid a escuchar una historia vieja
que cuenta Evarista al calor del fuego,
no culpes a la viuda, no la juzgues
si tiene melancolía su acento.


Mi abuela heredó de su pobre madre
una virgen y una plancha de fierro,
una artesa grande cercana al pozo
para continuar lavando lo ajeno.
Los días siguientes serán lo mismo:
por la calle un niño o un carretero,
el viento soplando en los pajonales,
una viuda rezando el Padrenuestro,
su hija mayor tostando la quínoa
y un muchachito partiendo los leños.
Y otra vez, por los pinares, la luna
vendrá lustrando sus plateados cuernos.

                           (Al surco del Romancero; 2016)

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